Lecciones de caballeros para invertir


Érase una vez tres príncipes que tenían cada uno 10 monedas de oro con un extraño hechizo: si las dejaban en un solo lugar se iban desapareciendo una cada mes (cualquier coincidencia con la inflación es meramente… intencionada). Las monedas les servirían para comprar una armadura par la próxima justa, que sería en un año, por lo que debían elegir cómo moverlas para que no se evaporaran y en su caso, encontrar lugares que le dieran más para comprar la más galante indumentaria.

Uno de los princípes decidió gastar cuatro monedas, pues una armadura de mediana hechura sólo costaba seis, pero olvidó la extraña maldición y al dejarlas bajos su cama en el primer año perdió una y ya no pudo comprarse mas que una de segundo uso, algo desvencijada.

El segundo príncipe gastó sólo una y fue con un comerciante que le prometió que se las duplicaría si le prestaban las 9 restantes para comprar un barco y poder vender sus mercancías en otro país. Completamente deslumbrado y seguro de que era negocio fácil, le dio todas las monedas con la esperanza de comprarse una armadura aún más cara, pero hubo una gran inundación, el barco se hundió y sólo rescataron algunas mercancías por lo que le regresaron únicamente seis monedas, con lo que se tuvo que conformar con la armadura que tendría el resto.

El tercer príncipe, al ver lo que había sucedido a los otros decidió gastar dos monedas, pero le dio tres monedas al panadero para que comprara mas masa que siempre pagaba puntual y lo compensaría con una adicional, otras tres se las dio a un prestamista que le garantizó regresarle cinco al final del año, y dos a un inventor que vendería una artefacto para matar dragones, que de ser un éxito compartiría sus ganancias con él.
Éste tercer príncipe tenía garantizada su armadura y hasta una de mejor clase por el simple hecho de que supo diversificar sus monedas: tenía seguras cuatro del panadero y cinco del prestamista, con lo que sumaba 9 y la parte del inventor era más arriesgada, pero tampoco afectaría su compra del futuro porque ya tenía con qué solventarla.

Al final tuvo buena suerte y el inventor ganó 12 monedas con su artefacto, por lo que le dio 6 monedas por las 2 que le había prestado.

El tercer caballero llegó con la mejor armadura a la justa y los otros morían de la envidia porque era el que menos había invertido, pero también el que más había ganado.


Los tres caballeros actuaron como diferentes «perfiles» de inversionistas, por así decirlo:

El primero fue el ejemplo clásico del que cree que con tener el dinero basta y no hay que preocuparse porque te esté produciendo, o al menos no lo sabe. Según él «ahorró» lo que necesitaba para su armadura, pero como no tomó la precaución de meter su dinero en algún lugar que al menos le permitiera que la inflación no se lo comiera, perdió valor y al final ya no le alcanzaba para comprar su armadura.
Esto pasa por ejemplo con quienes tienen una meta de mediano plazo y dejan su dinero en una cuenta que no les da intereses o que se meten a una tanda y les dan los últimos números, para cuando quieren gastar su dinero ya pueden comprar menos con él porque los precios tienden naturalmente a subir y la lana ociosa se deprecia, es el famoso «interés negativo».

El segundo caballero quesque aprendió de la experiencia del primero y para que la inflación no se comiera su dinero lo invirtió, pero se vió muy aborazado y quiso meter todo a un instrumento que le diera a ganar mucho en poco tiempo y créanme invertir no es la multiplicación de los panes ni existen los instrumentos supercalifragilisticos que den 1000000% sin riesgo.

Normalmente los grandes rendimientos tienen aparejados riesgos, no hay que huirles, pero sí dosificar el dinero que se destina a ellos y no arriesgar lo que necesitemos utilizar en el corto plazo.

El tercer príncipe aprovechó de la mejor manera posible sus recursos: sí gastó una parte, porque de nada sirve vivir en la completa austeridad para tener millones en un fondo, pero se tomó el tiempo para ver cuáles eran SUS mejores opciones para lograr comprar su armadura y tener un poco más.

Lo que hizo fue poner las monedas mínimas necesarias para la armadura en «instrumentos» sin riesgos y con lo que tenía extra que se podía dar el lujo de arriesgar -o al menos recuperar y obtener ganancias en un lapso mas largo- obtuvo ganancias adicionales.

Digamos que el panadero y el prestamista eran instrumentos de «deuda» que le garantizaban su «capital» y un cierto rencimiento, no espectacular pero seguro, y el inventor era como la bolsa, un instrumento «de renta variable» que ofrecía más pero por lo mismo era más arriesgado y podría haber perdido en el corto plazo, aunque después se recuperara, pero no hubiera sido tan grave porque al menos ese dinero no era indispensable para el torneo.

Caballeros medievales o no, aprovechen al máximo sus monedas. Oink$$!!

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Una respuesta a “Lecciones de caballeros para invertir”

  1. Me parece muy imaginativa y entendible tu explicación. de hecho me pareceio muy buena. es un buen principio para entender. lo que si es importatne es entender el Riesgo y tratar de construti un protafolio balanceado, una buen aopcion es utilizar la Teorìa de portafolios de Markowitz.

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