¿Qué dijeron? ¡Esta ya se deschavetó y se fue a gastarse todas sus inversiones en una venta nocturna! o ¡era compradora compulsiva y se rehabilitó para escribir Pequeño Cerdo Capitalista! Pues nooo. Ninguna de las dos. Simplemente me invitaron a una fiesta de disfraces el día de muertos (sí, un poco fusión) y pues fue fácil pensar en algo que me causaba terror, financieramente hablando.
El disfraz por supuesto no fue caro: me pinté la cara con maquillaje de terror para niños, saqué un saco medio extravagante que una tía me había regalado, conseguí muuuchas bolsas de compras con papel de colores y le pegué las ofertas más atractivas y enganchadoras para una compradora compulsiva.
Esta es la foto entrando a la fiesta con mi cara de loca peligrosa – arrasa tiendas, cortesía de Plaqueta, que se le da lo de la disfrazada y animar a la gente a que se disfrace (sólo había como dos sangrones que fueron de sí mismos y así):
Estas son las tentadoras «ofertas» que se me habían pegado en el camino.
Y por supuesto el saco traía pegado las tarjetas con firmitis aguditis, síntoma inequívoco de la compradora compulsiva, que por cierto en muchos casos puede anular los descuentos que tanto se esforzó en cazar (chequen este post con colaboración de Guapologa).
Los invitados me dijeron que me faltó alguna etiqueta del Buen fin, ya que está tan cerca y que, como en todo, su abuso puede ser prejudicial para la salud (crediticia/financiera al menos) pero bueno, ahí se las debo, pero ustedes se acuerdan de no comprar a lo loco ahí.
¿Por qué escogí esas etiquetas?
– Porque la compradora compulsiva típica -o comprador compulsivo típico, no es exclusivo de las chicas- confunde un «lo quiero» con «lo necesito» y cree que hacer un «gasto con descuento» es lo mismo que ahorrar.
-Porque aunque la rebaja sea mínima (-1%) ya cree que eso justifica que debe llevarse la 80ava playera blanca, los zapatos de zebra rosa o los tenis igualitos a los que ya tiene pero en azul para arrumbarlos en su clóset con todas las otras chunces parecidas.
– Porque se le patina la regla de que los meses sin intereses son sólo para bienes duraderos con vida útil mayor al periodo de pago y anda metiendo hasta la pizza que ya digirió o el artículo que le costaba 200 pesos de contado.
-Y porque quien encaja en este perfil es capaz de embarcarse con pagos mínimos hasta el fin de la eternidad con tal de tener el gadget más nuevo o estar al último grito de la loba.
Espero no herir la susceptibilidades de nadie (o sólo lo suficiente para que dejen de gastar a lo loco), pero es la purirtita verdad. Si ya no se acordaban de esto, le corren ahorita mismo a leer el primer capítulo del Pequeño Cerdo Capitalista.
Bueno, ¿y aparte de decirnos que ni en Halloween y Día de Muertos se te olvidan las finanzas y que guacala las compras compulsivas, este post tiene algún otro propósito? sí, dos:
1) Advertirles que no se aloquen con el Buen Fin y en general con los gastos de fin de año, porque se pueden ver igualitos a mí en la foto.
2) Contarles de un curso JUSTAMENTE para controlar las compras compulsivas que desarrollé con Consumo Inteligente y Trust for the Americas. Es gratuito, se tardan como 10 minutos en hacerlo y tiene un test buenísimo de si padecen compritis aguditis.
En esa misma página hay otro curso muy práctico sobre tarjetas de crédito con el que lo pueden complementar, para que dejen de destinar la mitad de la quincena a los intereses o pagar tasas moratorias por no agarrarle a la fecha de corte y de pago.
Cada curso viene con un video y este es el de los tips anti-compras compulsivas.
Espero que el disfraz les haya divertido, pero sobre todo espantado, para que se cuiden de ser el o la compradora más rápida del Oeste y recuerden que no es que se vuelvan unos tacaños del mal (ese también podría ser un disfraz) pero que sí hay que equilibrar, priorizar y pensar antes de comprar, para gastar nuestro dinero en las cosas que realmente nos importan ¡y no en atiborrarnos de chunches que no usaremos y nomás le roban lana a nuestras metas más importantes!
SaludOINKs!